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Recordamos al Dr. Amleto Muratorio





estoy conmovido por esta triste noticia y estoy seguro que es un sentimiento compartido por todos nosotros, porque el dr. muratorio era por sobre
todas las cosas una persona querible. Siempre demostró una gran pasión por el conocimiento no solo por los temas técnicos y químicos sino por
todas las cosas de la vida. Fue un hombre que se enfrascaba en todas las discusiones técnicas, pero también se apasionaba por la música y el
arte en general, la política y la economía con una vehemencia sin límites, lo cual muchas veces le jugaba en contra, pero siempre con una pureza
de intenciones y una gran generosidad a la hora de compartir sus conocimientos. También fue un hombre comprometido con toda la historia de
aSaGa y entre muchas otras cosas que me vienen a la mente no puedo dejar de recordar su rol como tesorero en los comienzos cuando todavía
funcionábamos en el IRam y él se recorría todas las oficinas de las empresas asociadas para cobrar la cuota social que en ese entonces era el
único ingreso que nos permitía cubrir todas las actividades societarias. otro rasgo característico es que tenía un gran sentido del humor y recuer-
do la gracia con la que contaba en las cenas de fin de año sus peripecias en los consultorios médicos o sus frustrados intentos de evitar que su
casa sea invadida por gatos callejeros que según sus palabras, habían aprendido trigonometría para saltar las vallas que él les ponía.
mucho me alegra que hace unos pocos años en una cena de fin de año, cuando anunció su retiro, le hayamos rendido un merecido homenaje en
vida nombrándolo Socio Honorario de aSaGa.
Cada uno de nosotros debe tener seguramente centenares de anécdotas y recuerdos del dr. muratorio, algunos entrañables y otros quizás no
tanto, pero todos ellos me han permitido pasar de un sentimiento de tristeza a recordarlo con una sonrisa y sentir que desde algún lugar miste-
rioso, él nunca nos va a dejar de seguir hablándonos.
Querido dr. muratorio, descansa en paz!

Eduardo dubinsky (Expresidente de asaGa)


yo había ingresado al laboratorio de I&d de molinos en 1964, allá lejos y hace tiempo. a los dos años, comienzo a concurrir al Comité de Grasas
y aceites del IRam, conocí allí a los químicos “mayores” que se enfrascaban en largas y sustanciosas discusiones, recuerdo entre ellos al dr.
martínez de la Cámara, al dr. Bronzini de Calsa, al Técnico Barbieri de Ibarra, y al gran dr. amleto muratorio muy admirado por sus aportes
de química analítica, todos ellos con años de trabajo de mesada, pipetas y centrífugas. Se conocían todo lo referente a detectar fraudes, y allí
sobresalía muratorio con su Índice de polibromuros, lo defendía con teoría y práctica. Un momento inolvidable fue cuando nos reunimos en el
laboratorio de molinos y amleto nos enseñó a hacer la técnica a partir de muestras preparadas in situ mezclando en distintas proporciones
aceite de girasol con aceite de lino y de soja. era un mago, con un guardapolvo largo, con las manos habilísimas y su eternas y entretenidas
explicaciones matizadas con anécdotas. los “nuevos” escuchábamos y dábamos opinión, pero siempre se imponían los “mayores”, llamados en
voz baja con respeto “los viejos”. Recuerdos imborrables.
otro aspecto interesante de amleto era su pasión por la historia y la música clásica. en los primeros años de aSaGa nos reuníamos para fin de
año, asistíamos con nuestras parejas y cenábamos entre charlas interminables. Un año, se sentó junto a mi marido y al enterarse que él también
conocía y amaba la música, lo capturó para discutir sobre una sinfonía de Beethoven. de allí pasó a otro tema musical y con pasión lo siguió
capturando en varias reuniones, había encontrado un par, eso sí, no se perdían nada de la paella valenciana regada con buen vino.

martha melgarejo (Expresidente de asaGa)


el dr. amleto Juan muratorio fue un hombre de profunda fe católica y firmes convicciones. la partida de un ser querido es lo más parecido a un
viaje en barco: los de acá dicen: “ya parte”, los de allá dicen: “ya llega”. Seguramente muratorio se encontrará con sus padres y demás seres que-
ridos y habrá alcanzado, al fin, un poco de la merecida paz espiritual, ya que sus últimos tiempos los vivió muy agobiado. Tal era su situación que
buscaba una pa-labra o un consejo a situaciones que lo superaban en su vivencia cotidiana y hasta me honró con la calificación de: ser su amigo.
Hombre de una sólida formación intelectual que la inició con su paso por el secundario del Colegio Nacional de Buenos aires, la continuó en la
Facultad de Ciencias exactas de la UBa, donde cursó su doctorado en Química y la consolidó, luego de varios años, repartiendo sus tareas entre
los laboratorios, de la desaparecida empresa de obras Sanitarias de la Nación, por la mañana, y de aceites vegetales de Nidera S.a., por la tarde.
Trabajador abnegado y meticuloso, sentía curiosidad por la ciencia y fue en búsqueda permanente de nuevos desafíos profesionales. Siempre
consideró que el conocimiento era algo que debía ser divulgado y no como una posesión que otorgue una ventaja comercial o técnica frente a su
interlocutor. No se permitía cometer error y mucho menos faltar a la verdad, cualidades estas que le valieron un merecido respeto profesional
entre sus pares y no pocos sinsabores en las tareas que desempeñó. Nuestros viajes a Rosario, por las reuniones del Sub-comité de aceites
del IRam siempre eran oportunidad para traer a la memoria aquel pasaje evangélico donde el Procurador Poncio Pilato interroga a Jesús:
“…y que es la verdad?...”. Cuando decir la verdad era motivo de reproches y discordia, muratorio hacía frente a esos cuestionamientos con
conocimiento científico.
Si bien la partida de un ser querido nos entristece, nos consuela las enseñanzas que nos legó: honestidad y verdad hasta que nos duela.
¿Seremos capaces de imitarlo y seguir sus enseñanzas? Solo una respuesta afirmativa significará que valoramos a la persona que estuvo a
nuestro lado durante muchos años y compartió su vida y conocimiento con nosotros. lo otro, lo otro solo sería que sacamos provecho de su
conocimiento y su ausencia nos mueve a buscar otra fuente de información, sin ningún remordimiento.
carlos a. kerlakian (colega)



A&G 107 • Tomo XXVII • Vol. 2 • (2017) 237
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